Mitología de Eva: Molliascab y Musik

Cuando murió mi abuelo, tuve acceso por fin a los viejos libros de mi abuela que había fallecido casi cinco años antes. Mi abuela, es hora de decirlo, fue Eva Ludgren. Además de las novelas de crímenes y pasión, todas publicadas bajo el nombre de E. Ludgren, escribió un libro sobre mitología ficcional, que nunca publicó (ni siquiera lo terminó). Contiene más de doscientos mitos. Transcribo uno, a modo de ejemplo:

Molliascab, el que todo lo va tragando. Vive en el extremo del universo, por fuera de éste; su boca es el límite. No posee cuerpo. Es el soberano de la nada. Es el único ser que muere antes de nacer.

El parecido con uno de los cuentos que Humphrey Chimpden Earwicker le relata a su hija Issy es increíble. Lo extraño es que mi abuela siempre negó haber leído Joyce. Ni siquiera sabía inglés. Odiaba el Ulises. Menos se habría animado a hojear el Finnegans Wake.
La cantidad de citas ocultas que hay a Joyce en ese libro inconcluso desmienten la mayoría de sus declaraciones sobre el desconocimiento de la obra del Irlandés. Sospecho que esa actitud escondía algo más.

Otra referencia clarísima en otro de los mitos que aparecen en su libro:

Musik, la que inspira. Habita en las partículas de luz lunar. Su forma es el deseo y su alimento el dolor humano. Inasible por naturaleza, niega sus hálitos de inspiración a los que detrás de ella corren, a los que imploran sus dotes, a los que invocan su presencia. Por el contrario, Musik persigue y asola sin tregua al resto, a los que le temen, condenándolos a la perpetración de su melodía sin fin.