Sobre la postergación del deseo

Cierto y probado es que nada más real que el deseo. Más real, incluso, que su objeto. El objeto resulta siempre un simulacro del deseo. Cuando se alcanza, el objeto ocupa el espacio del deseo y lo arruina, lo convierte en angustia.

Hasta acá, en un resumen ajustado a los tiempos que corren, todo lo que más o menos se ha dicho sobre la materia. Es posible apretar más la explicación, en una sola línea:

El deseo es más concreto que su objeto, que no es más que un simulacro.

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