Al gran pueblo argentino, salud. Cero. Me cuesta creer que alguien vaya a leer esto. Tengo que decidir entre ser totalmente sincero, dejarme llevar por el flujo de pensamientos, que a esta hora de la mañana, sin haber desayunado, brota como la descarga del inodoro, esto es, que sea lo que dios quiera, o impostar un narrador y que sea lo que yo quiera. Una vez mostré un texto así, del estilo automático, en un taller de escritura y el tipo, el tallerista, se me cagó de risa. Está lleno de lugares comunes, me dijo. Hay que pensar antes de escribir, decía. Otra vez, en el mismo taller, en un cuento yo había puesto, lo recuerdo como si fuera hoy, “en el radioreloj las horas se desangraban”. El tipo después lo usó como leit motiv cada vez que aparecía un lugar común en un texto. ¿Vendrá de ahí mi trauma con los lugares comunes? ¿Escribir no es un lugar común de la vida? Y ahora me acordé de la vez que en ese mismo taller llevé un cuento breve, del que aún estoy orgulloso, en el que utilizaba...
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