“Lo siento, hicimos lo que pudimos. Está muerto.”
Imposible, dijo Víctor, ¡aumenta la potencia! Enseguida, dijo uno de los asistentes. Víctor tomó los electrodos, abrió los brazos mirando al cielo y murmuró algo. El asistente giró la perilla hacia la posición de máxima potencia. ¡Ahora!, dijo. Víctor aplicó tres veces los electrodos sobre el cuerpo tendido en la mesa y luego se apoyó sobre él, tratando de oír. Se dio vuelta y gritó: ¡Está vivo! Los asistentes, incrédulos, miraron a Víctor. Detrás, el monstruo se ponía en pié.
Comentarios