Trabo la puerta del baño y me desnudo. Abro el agua caliente de la ducha y observo el vapor que comienza a emanar. Me paro frente al espejo y contemplo mi cuerpo: no son tantas las cicatrices; los tatuajes lucen perfectos, y los aros contribuyen a mi personalidad. El abdomen firme, el sexo erecto. El vapor comienza a empañar la superficie del espejo, y mi cuerpo se desenfoca. Poco a poco la imagen de mí desaparece, como un oscuro fantasma tras la niebla. Entro en la ducha y cierro los ojos. No pienso. El agua me recorre, barniza mi cuerpo, lo protege del mundo exterior. Me masturbo. Gozo y expulso el deseo de días. Logro ser yo, un ser íntimo, privado, libre.
Cierto y probado es que nada más real que el deseo. Más real, incluso, que su objeto. El objeto resulta siempre un simulacro del deseo. Cuando se alcanza, el objeto ocupa el espacio del deseo y lo arruina, lo convierte en angustia. Hasta acá, en un resumen ajustado a los tiempos que corren, todo lo que más o menos se ha dicho sobre la materia. Es posible apretar más la explicación, en una sola línea: El deseo es más concreto que su objeto, que no es más que un simulacro.
Al gran pueblo argentino, salud. Cero. Me cuesta creer que alguien vaya a leer esto. Tengo que decidir entre ser totalmente sincero, dejarme llevar por el flujo de pensamientos, que a esta hora de la mañana, sin haber desayunado, brota como la descarga del inodoro, esto es, que sea lo que dios quiera, o impostar un narrador y que sea lo que yo quiera. Una vez mostré un texto así, del estilo automático, en un taller de escritura y el tipo, el tallerista, se me cagó de risa. Está lleno de lugares comunes, me dijo. Hay que pensar antes de escribir, decía. Otra vez, en el mismo taller, en un cuento yo había puesto, lo recuerdo como si fuera hoy, “en el radioreloj las horas se desangraban”. El tipo después lo usó como leit motiv cada vez que aparecía un lugar común en un texto. ¿Vendrá de ahí mi trauma con los lugares comunes? ¿Escribir no es un lugar común de la vida? Y ahora me acordé de la vez que en ese mismo taller llevé un cuento breve, del que aún estoy orgulloso, en el que utilizaba...
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