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[pasado]Tomé el subte D para el lado de Catedral, en la estación Bulnes. Iba hasta Callao. Eran cerca de las nueve de la mañana y los vagones se abarrotaban de tipos de traje y minas de oficina con mucho perfume encima. El servicio venía con demoras, y en el andén esto se notaba, la gente parecía resignada empezar el lunes a los empujones. (Algunos miran la hora y hacen gestos de fastidio, fruncen el ceño o se muerden los labios; otros se asoman por el túnel, como si eso sirviera para algo, y luego buscan con la mirada algún cómplice que comparta la desgracia; también están los que simplemente se retiran, los que conversan, los que matan el tiempo en el puesto de revistas, los que tararean; y nunca faltan los que resoplan, los peores.)[/pasado]

[presente]Cuando por fin el subte llega, todos intentan subir, como sea, y no queda otra que ejercer presión hacia delante, desafiar las leyes de disposición de la materia en el espacio y empujar la masa de cuerpos. Hay algunos simples “¡Ay!”, otros “No empujen, ¡che!”, “Viajamos como vacas”, y hasta un “Si querés ir cómo, ¡tomate un taxi!”. Al final, casi todos suben. Las puertas hacen dos o tres intentos fallidos en cerrarse, hasta que una voz latosa pide de manera amable, lo intenta, “Permitir el cierre de las puertas...”. Una nueva chicharra y el comboy arranca.[/presente]

[pasado]Logré establecer mi equilibrio casi al final del pasillo. Giré el cuerpo como pude y me apoyé con la espalda en la puerta que comunica al otro vagón. Tenía un libro para leer, uno que siempre llevo, pero supe que me resultaría imposible sacarlo del bolso, mi morral, que había quedado aprisionado entre mi pierna y la de alguien más que no recuerdo.[/pasado]

[presente]Logro establecer mi equilibrio casi al final del pasillo. Giro el cuerpo como puedo y apoyo la espalda contra la puerta que comunica al otro vagón. Tengo un libro para leer durante el viaje, uno que siempre llevo, pero sé que será imposible sacarlo del bolso, un morral, que quedé preso entre mi pierna y la una señora con cara de pocos amigos. Pero del libro me olvido rápido porque a escasos cuerpos de distancia veo a dos pendejas, que se parten solas, como duraznos priscos. Una es rubia, de las de verdad, y la otra, colorada (y se sabe que para estas en cuanto a belleza no hay término medio). [/presente]

[pasado]Hicimos un par de estaciones así, pero en Pueyrredón la cosa se complicó. Hubo un intercambio dudoso de gente que bajó (salió del bagón, entiéndase) y gente que subió (entró al bagón, no hace falta aclarar), y fueron más de estos últimos, y como nadie pareció verme quedé completamente aplastado, entre la puerta que nombré al principio y el áspero sobretodo de un tipo, al parecer, alto y gordo. Igual, antes de todo esto, pude ver que una de las minitas, la rubia, llevaba un libro en la mano, apretado contra los pechos, un libro que, lo mismo que yo, tampoco podía leer. Ahora, detrás de la mole de felpa, había perdido un campo visual privilegiado; sin embargo, por esos caprichos de la acústica o por una extraña ley de compensación, podía escuchar a la perfección el diálogo de las pendejas. [/pasado]

[presente]La colorada quiere saber si es fácil de leer, y la otra le comenta que sí, aunque no todo, hay algunas partes que no se entienden bien, pero como dijo el profe (sic) no siempre vas a entender todo el libro... Igual se lee rápido ¿no?, insiste la colorada. Sí, dice la rubia, además podés ir salteando partes, se entiende igual, no pasa nada. Yo las miro y trato de no pensar que son tortas, pero ya lo pensé, y es al pedo, siempre que veo dos minitas juntas que me gustan me las imagino lesbianas. Debe ser que tengo la autoestima muy baja. [/presente]

[pasado]El subte paró, se abrieron las puertas y hubo otro movimiento de descompresión y compresión, en el que la mole del sobretodo gris pidió permiso y avanzó hacia la puerta. La rubia perdió el equilibrio, pegó un manotazo al aire y se encontró con mi brazo. “Perdón”, dijo. Miró a la colorada que estaba a punto de largar una carcajada. “Todo bien”, respondí. Miré hacia otro lado, hacia la puerta. El subte no arrancaba, seguía subiendo gente. Esta vez, me vi favorecido, porque la presión que ejercieron desde la puerta tuvo como consecuencia que las pendejas terminaran casi encima mío. Fijé mi atención en el libro que llevaba la rubia y alcancé a ver el nombre del autor: Philip K. Dick. No lograba ver el título, porque la mano de ella lo tapaba. K. Dick había sido uno de mis autores preferidos, pero hacía tiempo que no leía nada de él. En eso pensaba cuando la colorada hizo un movimiento brusco para meterse en el último lugar del asiento, que acaba de liberarse, pero una vieja, artera (como toda vieja en público), ya le había ganado el espacio. La colorada quedó colgada de una de las cinchas del pasamanos y entonces tuvo que girar para quedar de frente a su amiga, la rubia que, por casualidad, había quedado de espaldas a mí. El subte arrancó.[/pasado]

[presente]La rubia lleva el libro contra sus pechos (ahora no puedo verlo, y pienso que voy quedarme sin saber el título), como si lo abrazara, y con la otra mano, se cuelga de uno de los aros. Va cara a cara con su amiga; atrás de ella estoy yo y atrás de la colorada, la vieja sentada, que se la siente resoplar. [encuadre]Miro hacia abajo y encuentro el culo de la rubia, luego hago un movimiento ascendente: jean de tiro bajo sin cinto, el encaje de una bombacha, la piel de la espalda, un pedazo de remera blanca, el final de un pullover verde y el jean de una campera.[/encuadre] Siento calor. De pronto, [plano_detalle]entre el blanco de la remera y el rosa del encaje de la bombacha, o sea, sobre la piel, reptan los dedos de la colorada, se meten debajo del encaje y luego salen[/plano_detalle]. ¿Es una caricia de amiga? ¿O esta vez tengo razón y son un par de lesbianas? El calor se torna insoportable. Tengo fuego en las orejas; comienzo a transpirar y no logro apartar la vista de lo que ocurre cerca de mi cintura. La conversación de las pendejas parece no hacer caso al movimiento de la mano de la colorada. Sufro una erección y sospecho de que se me nota.[/presente]

[pasado]El subte paró y las puertas se abrieron. La masa hizo un movimiento brusco, como un ola. Increíble: entró más gente. La rubio se soltó del pasamanos y otra vez tiró un manotazo al aire, hacia atrás, y yo alcancé a pararla. La colorada pegó un grito, porque al parecer alguien la había pisado en el pie, pero nadie la oyó. El subte arrancó y hubo una nueva compresión. Las dos pendejas se me vinieron encima y me aplastaron contra el fondo del vagón. El antebrazo de la rubia quedó sobre mi bragueta. La erección cobró fuerza y ella pudo sentirla porque giró y me miró con cara de asco, con las cejas en alto, y la boca al borde de un grito. “Perdón”, dije. Ella no respondió, dio vuelta la cara y algo le secreteó a la colorada. El brazo de la rubia seguía allí (¿o era su mano ahora?). Yo la tenía dura, cada vez más dura.[/pasado]

[presente]El subte ha tomado velocidad y se hamaca, describe una senoide sobre las vías. Eso genera un movimiento parecido al de una lancha corriendo a gran velocidad sobre la superficie de un lago. El antebrazo o la mano (lo que sea) de la rubia me frota la entrepierna, y la cosa se complica aún más porque ahora siento que unos dedos, [posibilidad]los de la colorada[/posibilidad], buscan abrir el cierre de la bragueta; lo consiguen y cuando ingresan debajo de mi ropa pierdo noción de cuántos dedos pueden ser, aunque seguro que más de dos. La rubia gira la cara, me mira, sonríe, dice: “¿Qué parada es esta?”, inmutable.[/presente]

[pasado]Callao, dije, con un laconismo inusual en mi. Las puertas se abrieron... No, dijo la colorada, esta es 9 de Julio. Y terminó lo que se daba, porque la masa se descomprimió y la mayoría tuvimos que bajar, las pendejas, yo, la vieja que le había primereado el lugar a la colorada, que me había manoteado, la amiga de la rubia, la del libro de K. Dick. Era un lunes, como cualquier otro, y había que trabajar.[/pasado]

Comentarios

anibal dijo…
grande expresion grande

felicidad y buen ayre para todo el que escriba y lea con corazon abierto.
muchoabrazo mucho.
muchagana de verte.
cebemo, y se vemo.
este verano (hemisferionortehablando) grabamos disco.
yaescucharas.
y yo yaleeré.
muchoabrazo mucho, samigo.

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