Angélica Gorodischer
Algunos párrafos de la entrevista que le realizó María Luján Picabea para Clarín:
¿Cómo lee?
Leo a la noche, en la cama. Tengo hecho una especie de nido y leo hasta que el libro se me cae de las manos. Pero además me levanto muy temprano y los días en que me despierto una hora antes la dedico a leer. Soy una lectora caótica y omnívora.
¿Cómo escribe?
Por la mañana. Hasta las 8.15 soy una especie de genio. Yo tengo una amiga que dice que ella entre las 7 y las 8 piensa. Esa es su hora de pensar. El otro día me enteré de que hay un maestro oriental que dice que uno tiene que dedicar un rato de su día a pensar y el resto a ser. Me gustó mucho la idea... Bueno, yo a la mañana soy bastante brillante y escribo, luego voy decayendo y a las diez de la noche no sirvo para nada.
Pero entonces vuelve a haber espacio para la lectura y Gorodischer se regodea en sus incursiones en la literatura de Haruki Murakami, habla de Kafka en la orilla, cuenta que "hacía mucho que un libro no me daba un golpazo como ese" y a propósito de Murakami suelta: "Lo que me gusta encontrar en la literatura son esos saltos, esas rupturas, esos cambios de universo. Y lo que me rompe los ovarios en pedazos son las novelas de la vida real. Estoy harta de que a la gente le pasen pelotudeces".
Por qué se alejó de la ciencia ficción?
Me harté, me cansó. Salvo algunos autores como Philip K. Dick, que es un gran autor, lo demás me cansó. Y lo que encuentro hoy me parece bastante deleznable. Me cansé, sentí que se agotaba en mí. Lo que sí puedo decir es que la ciencia ficción dejó una marca fuerte en mi narrativa. En mis novelas y cuentos siempre hay algo, alguna cosa, algún momento en el que quien lee pierde pie porque me voy, me voy, me voy. Mi marido a veces me dice: "Pero el lector va a pensar..." A mi el lector me importa tres caranchos, no pienso en el lector. Una vez dije esto, no me acuerdo en donde, y un señor me escribió indignado diciendo que lo mío era una falta de respecto. Mi respuesta fue que si pensara en el lector escribiría como Marcela Serrano. Sería horroroso. Por suerte ni siquiera me sale. Abrir puertas, irse a otros mundos, crear un espacio ambiguo. Eso es lo que me gusta.
¿Es una forma de desafiar al lector?
No sé si lo desafío, lo que quiero es que piense, que se encante. Que sienta el mismo placer que sentí yo al leer los libros mágicos que he leído.
En uno de sus poemas Borges habla del abuso de la literatura, ¿puede abusarse de la literatura?
Gorodischer rejuvenece, se llena de energía, se contonea, mueve las manos de aquí para allá y festeja sus dichos. "Así que ya ves -continúa- me he pasado 75 años leyendo y todavía me falta tanto... Creo que no voy a tener tiempo". Hace un silencio y parece inventariar lo que le falta, lo que ha leído. Enseguida se repone.
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