La cuestión del peinado

Hay dos amigos. No los conozco, pero sé que son amigos, de lo contrario no estarían los dos parados en esa esquina, esperando a otros más.
Uno luce un peinado extraño, con mechas teñidas de amarillo. Se nota que le ha llevado su tiempo armar semejante escultura sobre su cabeza. También tiene base de maquillaje, pero a esto el otro no lo nota. Lo que le llama la atención es el peinado. Lo mira, como si se tratara de un grano a punto de estallar.
Pronto llegan los demás amigos y entonces Carlos (pongámosle un nombre), que es quien está con el del peinado extraño, retrocede, mejor dicho, se aleja un o dos metros del otro.
Todos se saludan y hacen bromas sobre el peinado. Javier (supongamos, el del peinado) celebra las primeras de las bromas, pero nota que de a poco la cosa toma una variante que no desea explorar: su sexualidad.
El que finalmente despista es Carlos.
-Che, ¿por qué no te peinás como hombre?, digo yo.
-Y ¿qué es lo que hace que un peinado sea de hombre o de mujer? -Javier cree que así lo para.
-Fácil, los hombres usan peinados de hombre, a los peinados de mujer los usan las mujeres y los putos.
Todos festejan la ocurrencia. La conclusión es simple: Javier es puto. Pero Javier, que ya elaboró la conclusión en su pensamiento, prefiere incluir una variante en el pensamiento de todos. Sonríe y se acerca a Carlos amistosamente, hasta que lo tiene a distancia de un brazo y le impacta una piña, con un sonido de quebrar, en la boca.
Carlos se tapa la boca. Javier, que es la primera vez que le pega a alguien, se mira la mano, los nudillos rojos.
-¿Qué hacés? -dice Carlos- ¿Te falla la cabeza?
-¿Y para qué me jodés? -dice Javier.
Carlos comienza a llorar. Javier toma coraje. Dice:
-¿Quién el puto ahora? Marica. -y cree que con eso termina la cuestión del peinado, pero no. Esto recién empieza.

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