Romano versus la daga (vi)

Perales está en su oficina, reclinado en el sillón de cuero que heredó de su padre, con los pies sobre el escritorio. Revisa las páginas de su anotador y de a ratos escucha algún tramo de las grabaciones. De repente, pierde su mirada en una mancha de humedad del techo, y piensa. La lengua es como un músculo, si no se ejercita, se atrofia. La frase se repite en la cabeza de Perales como un disco rayado que escucha una y otra vez como si en esas palabras pudiera encontrar la clave de un criptograma. La lengua es como un músculo, repite para sí mismo; el corazón es un músculo en ejercicio constante, una cosa involuntaria, vive hasta que se detiene o hasta que alguien lo detiene.

Si el ataque no había sido dirigido hacia Romano, entonces con seguridad habría otro atentado en Valle Grande de la Espina. Hay que estar atento a cualquier suceso, se dice Perales.

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