El tiempo necesario
Es increíble, la charla pasó de la no existencia a la mitad de una conversación de dos personas que se conocen mucho. Hace más de veinte años que no se ven, y siguen sin verse porque hablan por chat, sin cámara, sólo texto. Técnicamente, chatean. El comienzo fue un tímido ->hola!<- y sus consecuente ()Ey! tanto tiempo() y ()qué-bueno-encontrarte-por-acá! (). Eso último es exactamente lo que le molesta a él ahora, cuando el chateo está por finalizar, de la mejor o de la peor manera, depende de lo qué el escriba. Le molesta porque se da cuenta de que es tarde y el chat se ha extendido bastante, más de lo debido, y ella está a punto de tipear ()bueno…(); en realidad no lo sabe pero lo intuye, lleva muchas horas de chat en su haber como para no advertir el fatídico ()bueno, te dejo() o ()bueno, me voy a dormir, estoy desmayada() o cualquier otra excusa precedida de un ()bueno…(). La certeza del inminente final lo obliga a repasar todo el chat para ver qué ha podido rescatar en este reencuentro postergado por más de dos décadas y con lo primero que se encuentra es con el <qué-bueno-encontrarte-por-acá> y le da bronca, porque lo primero que salta es el doble sentido de la afirmación: menos mal que nuestro reencuentro se da por chat y no de otra manera. En la calle, por ejemplo, un cruce fortuito al doblar una esquina, los hubiera obligado a mirarse a los ojos y sonreír, incómodamente. Ni qué pensar de un llamado por teléfono, el cruce limpio de las voces que, como se sabe, da cuenta del peso de la realidad y recrea recuerdos y sensaciones capaces de intimidar y conmover al más frío torturador. El chat es un terreno neutral en todo sentido, un espacio sin rasgos identificables, al mejor estilo de los no-lugares de Marc Augé, que brinda a sus protagonistas el mejor disfraz: el no-disfraz. Más de diez años después, ¿a quién lee ella? ¿Al noviecito celoso de la adolescencia o al gran artista consagrado? ¿Y él: a la piba que despedazó su alma, que trastornó su forma de pensar, a su musa secreta o a la ama de casa, madre de dos hijos, casada por segunda vez con un mediocre vendedor de máquinas de café, alcohólico y violento? El chat está por finalizar, él lo sabe, y en ninguna de las línea de conversación asomó la posibilidad de concretar una charla cara a cara, tomar un café, almorzar, cruzar algunas palabras recordar viejas épocas y lo que pueda venir después. Él ve que ella está tipeando y sabe que a continuación aparecerá ()bueno…() y decide interrumpirla, anticiparse, escribe lo primero que se le cruza por los dedos ->te das cuenta que hablamos como si nunca hubiéramos dejado de vernos y en realidad casi ni nos conocemos…<-. Dos tres cuatro cinco seis siete segundos de inactividad en ambos teclados hasta que ella ()¿A vos te parece que no nos conocemos?() y él ->creo que fue poco tiempo y además éramos chicos y diferentes, pasaron muchas cosas después, tomamos caminos muy diferentes<- ()pero en el fondo seguimos siendo los mismos, no?(). En este punto él interrumpe el traquetear sobre las teclas, presa de una incoherencia en sus sentimientos, porque se niega a contradecir la última afirmación de ella pero al permitírsela estaría obrando en contra de lo que él es ahora y de todo lo que hizo para superar lo que fue hasta el día en que ella lo abandonó: él ahora es otro, la reinvención de sí mismo… y está dispuesto a contárselo, si es que ella le da el tiempo necesario, tan sólo algunos minutos más de chat bastarán para explicarle que más de la mitad de sus logros artísticos se deben a la presencia de ella en la vida de él, pero no puede soltárselo así no más, sin avisar, como cuando se desploma una alacena, antes debe introducir el tema… ->cuando mirás para atrás<-, empieza él pero no alcanza a presionar Enter porque ella lo hizo antes y ha escrito
()bueno, un placer hablar con vos
me voy a dormir porque estoy que me desmayo
hasta la prox!().
En lo que él se demora en borrar lo que había escrito y en pensar un saludo cordial el estado de ella cambia a Desconectado.
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