Sin mirar atrás

Carlos abre la puerta del edificio donde vive con Marcela, entra y toma el ascensor. No se mira en el espejo. Sube cinco pisos, sale al pasillo y no devuelve el saludo de la vecina del A que sale a tirar la basura. Abre la puerta del B y el olor a tuco le hace tragar saliva. Cuelga el sobretodo y el saco en el perchero y se afloja la corbata; se dirige al baño y no mira para la cocina al cruzar el comedor. Marcela, parada frente a la mesada, gira y sí lo mira a él. Carlos cierra la puerta del baño, termina de quitarse la corbata, también se quita la camisa, y tira todo al piso; abre la canilla y se moja las manos, se enjuaga la cara. Ahora sí se mira en el espejo. Murmura: Cada día soy más distinto de lo que soñaba ser cuando era joven. Marcela golpea la puerta y le pregunta si está todo bien. Él abre. La mira y no sonríe. Dice: Nos vamos mañana.

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